Los crímenes que comete la Inquisición en Córdoba bajo las órdenes de Diego Rodríguez Lucero, El Tenebroso, hacen que el Capitán General de la región escriba al trono asegurando que los agentes del inquisidor ¨no respetan en general a Dios ni a la justicia, matando y robando y ultrajando a las doncellas con vergüenza y escándalo de la religión¨.

El documento anima a un grupo de cristianos nuevos que habitan la comarca, quienes apelan a Roma en solicitud de clemencia. Llega a tal grado el escándalo, que la joven reina Juana de Castilla ordena la suspensión de las actividades del Santo Oficio hasta cuando vuelva de Flandes, donde se encuentra con su esposo el archiduque Felipe de Habsburgo.

No obstante, y pese a las noticias que ha recibido contra las sangrientas arbitrariedades del brazo armado de la Iglesia, no pasa de recomendar suavidad sin tomar las medidas que pueden convertirla en realidad. Pese a la importancia de sus adversarios, El Tenebroso Diego Rodríguez Lucero gana la pelea. Solo toma unas vacaciones y vuelve con bríos a su reinado de terror.