
A.S. Turberville, uno de investigadores más serios de la Inquisición, hace un repaso de los místicos célebres que fueron investigados por el tribunal. No se refiere a personajes desconocidos, a protagonistas de mediana o ninguna reputación, sino a figuras trascendentales de la ortodoxia católica y de la cultura más apreciada en su época. Santa Teresa de Jesús, por ejemplo.
En 1534, su obra Conceptos del Amor Divino fue sometida a rigurosa investigación, e incluida en el índice. San Juan de La Cruz debe agregarse a la nómina de probables sospechosos de herejía, o de contubernio con Satanás, debido a que fue denunciado varias veces como alumbrado en los tribunales de Valladolid.
Una de las obras fundamentales de fray Luis de Granada, Guía de pecadores, corrió una suerte parecida a la de la monja de Ávila, pues también se incluyó en la lista de los libros prohibidos. Turberville agrega el caso de fray Luis de León, quien debió responder meticulosos interrogatorios de los inquisidores; y el apuro de san Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús y de cuyo iluminismo se llegó a sospechar.