
Dentro de nuestra insistencia en el hecho incontrovertible de que la hermandad entre Europa y América trasciende lo puramente histórico y abarca las más diversas gamas culturales. Repetiremos el plano gastronómico hablando de una contribución poco conocida de Canarias: el gofio. De origen bereber, se trata de la harina no procesada de cereales tostados, la mayoría de las veces trigo o maíz, que fue consumida por los guanches, quienes habitaban las islas Canarias desde la época prehispánica. Se separaba el grano del cereal de los otros residuos con los que pudiera estar mezclado, se le tostaba al sol y luego se le dejaba enfriar para después procesarlo a través de un molino. Con la conquista de las islas en el siglo XV, Canarias fue incorporado como territorio español. Con la colonización de las Américas en los siglos subsiguientes, es posible que ese alimento haya sido presentado en las nuevas provincias anexadas al imperio.
Sin embargo, su mayor difusión se desarrolló en el siglo XX, cuando a causa de la guerra civil miles de emigrantes canarios se trasladaron a América Latina con su provisión de gofio. Hoy en día, este alimento puede encontrarse con propiedad en la gran mayoría de los países de América del Sur y el Caribe, ésta última zona de grandísima influencia de la cultura canaria. Bien conocida es la harina de maíz tostado en Venezuela, donde se le llama “fororo” y con la que se prepara una suculenta bebida. Y en el Cono Sur, donde se le hace con trigo, simplemente se le llama “harina tostada”. Será buena la ocasión en que, cuando usted disfrute este alimento caliente con leche en las mañanas o en cualquier otra receta, se acuerde de su herencia y de sus antepasados hispanos.