En su testamento, otorgado en 1516, Fernando el Católico destaca la importancia de la Inquisición para el fortalecimiento del reino de Castilla, todavía dividido y débil. Se trata de un empeño fundamental para el fortalecimiento de una Corona frágil, afirma. En consecuencia, recomienda al príncipe Carlos de Habsburgo, hijo de la reina Juana y futuro monarca Carlos I de España, la obligación que tiene de profundizar el trabajo de exterminio de la herejía.

Se trata de una alta empresa espiritual, agrega, pero también de una actividad política imprescindible. Conocida la exhortación, el Consejo de Estado considera conveniente el seguimiento de la voluntad del soberano que acaba de fallecer.

Como temen que los asesores flamencos de Carlos, un joven de diecisiete años, no estén interesados en la promoción de conductas tan crueles, no dejan de insistir en que acoja la recomendación de su desaparecido abuelo.