El vendaval revolucionario que a partir de 1810 produjo manifestaciones de lealtad y rebelión en América a raíz de la campaña expansionista de Napoleón en la Península Ibérica también dejó hechos interesantes ya avanzada la Guerra Peninsular. El proceso que debía emprender España para su propia reconstrucción se tradujo en la reunión de las Cortes de Cádiz en 1810, donde comenzaron a deliberar y redactar una nueva constitución.

La misma recibió el aporte de varios intelectuales provenientes de las aún colonias españolas en América, y en este importante foro se trabajó la muy idealista noción de que tanto España como las provincias americanas quedasen constituidas, como ya lo eran. Esta idea de “un país de dos hemisferios” sonaba muy bien en la teoría, puesto que pondría aún más de manifiesto que tanto la Península como el Nuevo Mundo ya habían conformado una relación simbiótica que se manifestaba en los lazos culturales y conceptuales que siguen aún hasta el día de hoy.

Sin embargo, lo que enojó a las juntas americanas que se proclamaron leales al rey fue el hecho de que en las Cortes concebían a este nuevo Estado con centro en Madrid, mientras que las colonias querían un modelo que se aproximase al federal. De ahí que las guerras de independencia también hayan estallado en América.

Un remiendo de este tema, postergado por un tiempo, fue interrumpido por la vuelta al poder de Fernando VII, quien, autoritario como era, echó por tierra tanto la nueva Constitución como la idea de una Mancomunidad Hispana de Naciones se llevase a buena práctica.