
De orígenes judíos, fray Tomás de Torquemada destacó por su celo en la persecución de personas que descendieran de ellos. Sobran las causas famosas que promovió como cabeza inapelable de la Inquisición , pero destacan entre ellas las que siguió contra los obispos Pedro Aranda y Juan Arias Dávila.
El primero fue obispo de Calahorra y el otro de Segovia, escrupulosos administradores de su ministerio. Aranda, además, era presidente del Consejo de Castilla, pero el supremo inquisidor lo acusó de encubrir a unos parientes caracterizados por su actividad judaizante. Fue depuesto de la mitra, desposeído de las órdenes sagradas y recluido en la prisión romana de Sant’Angelo hasta el día de su muerte.
Torquemada acusó a Arias Dávila de exhumar los restos de sus abuelos o bisabuelos con el objeto de ocultar que sus funerales se habían llevado a cabo según los ritos de la fe hebrea. Arias Dávila tuvo la suerte de morir antes de que el tribunal de Roma lo condenase. De acuerdo con el análisis del historiador Cecil Roth, las dos acusaciones dependieron del rencor y los prejuicios del despiadado fray Tomás.