Estamos en Córdoba, el 17 de abril de 1474, liturgia de cuaresma. Del templo de San Pedro el Real sale una procesión de Nuestra Señora. Cuando pasa por un lugar llamado la Cruz del Rastro sobre la imagen de la Virgen cae el contenido de un jarro de agua. Sale de la ventana de una conversa y, en breve, se asegura que se trató de un chorro de orines lanzados intencionalmente.

Algunos advierten que fue un descuido de una niña de ocho o diez años, sin la intención de interrumpir el acto religioso, pero se desata una furiosa reacción como respuesta. Comienza una persecución de ¨traidores y herejes¨, que causa numerosas muertes de conversos y el ataque de sus propiedades. Las tropelías no se pueden dominar durante dos días, pese a la intervención de coraceros y lanceros, y los conversos más prominentes se encierran en los alcázares para salvar la vida. De inmediato se publica una ley, que ordena la prohibición de que los conversos ejerzan cargos públicos en la ciudad.