Si continuamos hablando de conexión a la nobleza ibérica, tenemos otro ejemplo en el apellido Herrera. Corresponde al de un marquesado creado en 1790 para Vicente de Herrera y Rivero, quien pocos años antes había funcionado como virrey de Nueva España y también como regente de la Real Audiencia de México. Por otra parte, el apellido Cervantes, no necesariamente ligado al famoso creador de Don Quijote, proviene de la novohispana Casa Gómez de Cervantes, el cual fue originado en Castilla y traído a Nueva España de la mano de Hernán Cortés.

Hoy en día, tanto Gómez como Cervantes son fácilmente reconocibles entre el público mexicano. Un exponente ha sido Pedro Cervantes, famoso escultor de murales del siglo XX y que ha dado exposiciones en gran parte del mundo.

Por otra parte, el apellido compuesto López-Portillo, que le pertenece a una destacada familia de políticos, abogados e historiadores, puede rastrear sus orígenes en el País Vasco, habiendo llegado al continente americano en el siglo XVI. De la misma manera, el apellido Salinas, también perteneciente a un expresidente y a varios políticos e ingenieros de renombre, puede rastrear su origen a Gregorio de Salinas Varona, noble español oriundo de Torme (Burgos), que fue gobernador de la provincia de San Francisco de Coahuila entre 1692 y 1698, y del Nuevo Reino de León entre 1705 y 1707.

A grandes rasgos, esto evidencia que la influencia europea en México, que empezó de la mano del imperio español, es de gran arraigo en el país norteamericano, y su tradición ha modelado su cultura y sociedad desde hace siglos hasta los años presentes, creando una relación y una conexión que comparte con el resto de la América Latina. Seguramente que una investigación genealógica de los apellidos mexicanos actuales refleja sin ambages su ascendencia ibérica