En el 1° Libro de Samuel se lee: ¨Tomará vuestras hijas como perfumistas, cocineras y panaderas. Tomará vuestros campos, vuestras viñas y vuestros mejores olivares y se los dará a sus servidores. Tomará el diezmo de vuestros cultivos… Ese día os lamentareis a causa del rey que os habéis elegido, pero entonces Yahvé no os responderá¨. La importancia del texto radica en que hace una advertencia sobre los peligros del poder ilimitado, a la vez que define un dominio regulado del rey Saúl. El pasaje no avala un poder impuesto por la fuerza de un poder político, de una autoridad armada y prepotente, sino que apela a una ley divina que le impide al monarca ser ilimitado.

Depende de la relación que los súbditos establecen con esa autoridad, y de la posibilidad que tienen de ponerle freno. De lo contrario, desobedecen disposiciones de Yahvé, quien les puede abandonar por no seguir los designios divinos. En el final del reinado de Saúl sucedieron protestas populares e insurrecciones armadas, que el Antiguo Testamento justifica debido a los excesos de autoridad que entonces ocurren en contravención de un sobrenatural mandato. Muchos sacerdotes señalan entonces que el rey, por sus desmanes, se ha alejado de la influencia de Yahvé.