
En su testamento, suscrito el 19 de mayo de 1506, el anciano Cristóbal Colón asegura que el encuentro de América fue producto de su insistencia ante los reyes católicos, quienes estaban ocupados en su guerra contra los moros. Años más tarde, su hijo Hernando se refiere a los hechos como sigue: ¨Sus Altezas respondieron al Almirante que estaban ocupados en muchas otras guerras y conquistas, y especialmente en la de Granada, que entonces llevaban a cabo, y que no tenían vagar para atender a una nueva empresa; pero que con el tiempo se encontraría mejor oportunidad para examinar y entender lo que el Almirante les ofrecía. Y, en realidad, los reyes no quisieron prestar atención a las grandes promesas que el Almirante les hacía¨.
Nadie puede mirar como descuido el desaire de los monarcas, ocupados como estaban en una empresa fundamental desde los aspectos político y religioso, pero es evidente que el designio de expansión que cambiaría la historia del mundo moderno dependió en buena medida del tesón de Colón, a quien Granada colocó entonces en segundo plano