Un documento excepcional descubre el interés de los inquisidores por la posesión de los bienes ajenos. Se trata de una carta de felicitación que el emperador Carlos V envía a Adriano de Utrecht cuando es elegido papa. Adriano de Utrecht había sido Inquisidor Mayor después del cardenal Cisneros, y conocía a la perfección los manejos del tribunal.

¿Qué le dice el emperador al nuevo papa? Habla de su preocupación por el excesivo interés de los inquisidores ante las propiedades de sus perseguidos. Llega a decir que se preocupaban más por los haberes de los enjuiciados que por la salvación de sus almas.

Conocido por algunos círculos el insólito comentario, se planteó después al soberano, en cenáculos de intimidad, que pusiera sueldos fijos a los inquisidores para que no se ensañaran con las posesiones de los pecadores sujetos a condena. Nada hizo el rey, pese a que había planteado igual preocupación ante el pontífice.