
Sin embargo, la nacionalidad histórica española que, sin lugar a duda, es la que más ha influido en la historia y la cultura de Chile es la vasca. Desde los primeros momentos de la conquista hasta el día de hoy, ha sido esta comunidad la que más ha dejado su huella en este país, iniciándose con un importante grupo aristocrático que, en conjunción con los castellanos, cobró preponderancia a partir del siglo XVIII.
Tenemos, por ejemplo, que en 1685 se registra la llegada de Santiago de Larraín Vicuña a América. Nacido en Aranaz, funcionó como alcalde de Santiago. Su hija sería propietaria de un fundo que a la postre se conocería como la comuna de La Reina. Además, sería recibidor del Marquesado de Larraín, y continuaría con una larga línea que incluyó a políticos y sacerdotes como Manuel Vicuña Larraín, primer arzobispo de Santiago, y Francisco Ramón Vicuña Larraín, Presidente interino del país en 1829. El apellido Vicuña, notado en estos dos últimos exponentes, también es oriundo del País Vasco, e ingresó al país en 1714 de la mano de Tomás de Vicuña Berroeta. De él también se origina una familia muy profusa de hombres públicos, religiosos y artistas, entre los que se cuentan José Joaquín Vicuña, Pedro Félix Vicuña, el poeta José Miguel Vicuña, y, por supuesto, Benjamín Vicuña Mackenna, famoso historiador e intendente de Santiago, quien fue responsable además del acondicionamiento del cerro Santa Lucía, donde fue fundada la ciudad. A la herencia vasca se suma Domingo Eyzaguirre Escutasolo.
Nacido en Marquina y arribado a Chile hacia 1765, de él desciende Agustín de Eyzaguirre, importante actor del proceso de independencia de Chile y que además funcionó como presidente interino entre 1826 y 1827. De este linaje también viene José Ignacio Eyzaguirre Portales, sacerdote e historiador cuya obra versó sobre la historia del catolicismo en el país y en el continente americano.
En 1557 llegó Francisco de Andía Irarrázaval, oriundo de Guipúzcoa. Este apellido, cuya grafía también se validaba como Irarrázabal o Yrarrázaval, se manifestó en una larga descendencia de economistas, políticos y diplomáticos. El más conocido de ellos siendo quizás Manuel José Irrarrázaval, reconocido abogado y político, primer presidente del famoso Club de la Unión, ministro de Interior en 1891 y senador entre 1894 y 1896.
Por su lado, Francisco Javier Errázuriz Larraín, nacido en Aranaz, Navarra, llegó a Chile en 1735, y su estirpe sea quizás una de las más notorias por cuanto dejó a cuatro presidentes: Fernando Errázuriz Aldunate (1831), quien fue además un apasionado abanderado de la causa independentista chilena; Federico Errázuriz Zañartu (1871-1876), quien sentó las bases del desarrollo de la Armada chilena; Federico Errázuriz Echaurren (1896-1901), hijo del anterior, cuyo gobierno se caracterizó por la alta rotación de ministros; y Germán Riesco Errázuriz (1901-1906), primo y cuñado del anterior, quien tuvo que enfrentar problemas domésticos mientras lograba la paz con las vecinas Argentina y Bolivia.
El caso del apellido Riquelme no es muy extendido, habiéndose iniciado con Francisco Riquelme de la Barrera, también oriundo del País Vasco. Sin embargo, recordemos que entre su descendencia estuvo Isabel Riquelme Meza, madre de Bernardo O’Higgins Riquelme, el principal impulsor del proceso independentista de Chile. Para cerrar, el apellido Aguirre también ha resonado en la historia de este país.
El apellido fue llevado por el presidente Pedro Aguirre Cerda (1938-1941), quien lideró un impulso a la educación y la producción económica, además de haber acogido a miles de refugiados españoles de la Guerra Civil. Este mandatario, según investigaciones, tiene un ancestro vasco “genealógicamente demostrable”. Sin embargo, no se ha podido demostrar si está emparentado con el conquistador Francisco de Aguirre, uno de los responsables de la colonización de Chile.
Visto todo lo anterior, se concluye que la herencia hispánica en Chile es larga y profusa, y su legado ha moldeado su historia e identidad cultural, como en todos los países de la América Latina, tanto en los siglos pasados como en los tiempos presentes.