
Los últimos años del reinado de Saúl se caracterizaron por la violencia. Por su autoritarismo fue desconocido por el profeta Samuel, quien lo había ungido, y muchos sacerdotes siguieron su ejemplo. Abner, el más importante de los soldados del reino, no pudo proteger a los hijos del rey, quienes mueren combatiendo en una guerra contra los filisteos. Y éstos últimos se aprovechan de los enfrentamientos para infligir derrotas a Saúl, que son capitalizadas por su yerno, el joven David, para hacerse fuerte contra su real pariente.
Cuando prueba ser un gran guerrero al lograr victorias frente a los filisteos, es desterrado de la corte por los celos del rey. Sin embargo, David es reconocido como rey por los ancianos de la tribu de Judá, quienes lo proclaman en Hebrón como monarca único. En breve, Saúl es derrotado en batalla y se suicida, para así allanar el acceso de su rival a un trono rodeado de turbulencias. La Biblia no se detiene en esta disidencia. Prefiere insistir en que David fue un joven pastor que distrae a Saúl tañendo el arpa, o un valiente solitario que mata a Goliath y se casa con la hija del rey para cumplir la voluntad de Yahvé.