
Miguel de Molinos fue un erudito perseguido por el Santo Oficio debido a sus desviadas prédicas. Su caso se hizo célebre debido a que gozó de la protección del papa Inocencio XI. Molinos propuso el camino de la dejación, a través de la cual el alma obtenía un silencio absoluto que permitía una comunicación directa con Dios.
Cuando sus discípulos comenzaron a decir en los templos que se abandonara el uso del rosario, o cuando no se postraban en la misa ante la elevación de la hostia consagrada, el pontífice se alejó de su compañía. Un famoso jesuita francés, el padre La Chaise, confesor de Luis XIV y cuyo nombre hoy tiene un famoso cementerio de París, sugirió al rey que lo denunciara por hereje.
Finalmente la inquisición lo acusó de “ideas iluministas” y prohibió la lectura de uno de sus libros, titulado Guía espiritual. Fue condenado por blasfemo y hereje, para morir preso en 1696. Sus ideas, que tuvieron mucho prestigio, se conocen como molinosismo en la jerga inquisitorial.