Melchor Cano, dominico famoso en su tiempo y uno de los autores religiosos más respetados, reputado como figura del moralismo más refinado y animador destacado del Concilio de Trento, consideró que en la orden rival de los jesuitas predominaba la desviación de la heterodoxia y que muchos de sus sacerdotes debían considerarse como alumbrados. Uno de sus discípulos, Alonso de la Fuente, denunció entre 1570 y 1580 ante los inquisidores que en Extremadura pululaba el iluminismo debido a la influencia de los jesuitas, y pidió que se averiguara el caso con la debida meticulosidad.

El Consejo desestimó la denuncia, pero un tribunal de Llerena, en 1579, procesó a quince jesuitas sospechosos de iluminismo que fueron condenados a penas leves, sin que en ninguno se descubrieran evidencias de “misticismo corrompido”.