El año de 1732, ya empezado el reinado de Felipe V, vio el nacimiento de dos nuevas mercedes para ciudadanos ilustres domiciliados en Venezuela. En primer lugar, a Antonio Pacheco de Tovar le fue conferido el Condado de San Javier.

El personaje en cuestión fue hijo de Juan Jacinto Pacheco y Mesa, alcalde del Ayuntamiento de Caracas, se destacó por ser capitán de infantería, maestre de campo y sargento de milicias de Caracas.

En 1744 se le concedió la gracia del Condado de Torre Alta a Gabriel José de Zuloaga Moyúa, quien en ese entonces fungía como Gobernador y Capitán General de la Provincia de Venezuela. El título muy probablemente haya sido una recompensa para Zuloaga, por cuanto había sido el responsable de comandar las tropas que derrotaron a un contingente británico comandado por Charles Knowles en la Batalla de Puerto Cabello (1743), un episodio de la llamada Guerra del Asiento.

El Condado de Tobar le fue conferido en 1771 a Martín de Tovar y Blanco, capitán de milicias y alcalde de Caracas, título que sumaba a su previo Vizcondado de Altagracia. Además de tener filiaciones con el Marquesado de Mijares y el Condado de San Javier, a Tovar lo ayudaba el hecho de ser descendiente directo por línea paterna del conquistador Alonso Díaz Moreno, famoso por ser el fundador de la ciudad de Valencia en 1555.

Como último detalle, otra curiosidad histórica: los condes de San Javier, la Granja y Tobar tenían sus residencias principales en el mismo sector de Caracas, a escasos metros la una de la otra. Ese punto es hoy conocido por la geografía coloquial caraqueña como la esquina de El Conde.