Entre los muchos cronistas de Indias que dieron cuenta para la posteridad de la situación de las nuevas provincias a lo largo de tres siglos también se debe contar a Felipe Guamán Poma de Ayala. Era éste un descendiente de la nobleza indígena, ya que tenía abolengo en Túpac Yupanqui, segundo inca del Tahuantinsuyo. A finales del siglo XVI y principios del XVII, Guamán se dedicó a recorrer hasta el último rincón del Virreinato del Perú, donde atestiguó de primera mano la vulnerable situación de los pueblos originarios en la entidad y su relación desigual con la administración colonial, además de recabar datos documentales de suma utilidad historiográfica.

Así, en 1615 dio luz a su obra, Primera nueva corónica y buen gobierno, en la que hacía una relación sucinta de la sociedad colonial y mostraba la visión del mundo desde el punto de vista indígena, criticando paralelamente las malas prácticas de los peninsulares en el territorio. Más que ser un texto antiespañol, la intención de Guamán era establecer un diálogo con la Corona para proponer y ejecutar reformas profundas en el estado de las cosas. Con ese objetivo en mente, le envió el libro de casi 1200 páginas y más de 390 ilustraciones al rey Felipe III, pero de dio por perdido en el camino.

El Rey nunca lo recibió, por lo que hoy nos queda reflexionar sobre el interesante intercambio que hubiese significado la imagen del monarca estudiando la Corónica y sus posibles efectos en el curso de los acontecimientos.