
Hay evidencias de que la campaña de las órdenes religiosas para el establecimiento de la Inquisición española data de 1472, pero solo se obtienen resultados concretos debido a un hecho fortuito. En marzo de 1478, un particular descubre la celebración de la pascua judía en una apacible casa de familia en Sevilla, justo cuando se están celebrando las ceremonias de Semana Santa en la ciudad.
No hay propósitos perversos o inconfesables en la vicisitud descubierta por casualidad, pero se la presenta ante los ojos de Isabel la Católica como un plan urdido para burlarse expresamente de la pasión de Cristo. De inmediato, la reina envía embajadores y oficia al papa para solicitar, con carácter de urgencia, la creación de un tribunal dedicado a la persecución de judaizantes y de otro tipo de trasgresores que pasaban por buenos cristianos.
Después de muchas vacilaciones, en noviembre de ese año, Sixto V autoriza a los reyes católicos la creación de un tribunal para la salvaguarda de la fe y la persecución de las herejías, integrado por teólogos o individuos expertos en derecho común. Ahora hay Inquisición por bula pontificia, pero dependiente de la autoridad de la reina solicitante.